Ayer mismo me preguntaron como yo definiría el amor. Esa pregunta, responderla sin escribirla me causa indigestión [claro, porque soy mucho mejor escritora que oradora, aunque soy una mierda de escritora]. Para mí, amor es dejar de ser de ti del todo para ser también del otro, amor es sacrificio. Puedo llegar a decir que a veces por amor, eres capaz de renunciar a tus valores para moldearte con los valores de otro. Eso es el amor.
Pero no, el amor no puede ser tan extremista. El amor es como aquella clásica definición de la 1ra de Corintios que decía que no se jacta, que era paciente, que se alegraba de la justicia (algo así iba, creo). Eso debería ser el amor.
Entonces comprendí que por mucho tiempo, lo que para mí fue (y quizás es) amor ha sido toda una falacia lógica. Amo o amé a quien poco le importó si estaba bien o mal, si mis valores eran unos, si mis metas estaban determinadas. Ni siquiera le interesó cuando quise tirar todo lo que tenía por la borda por seguirlo a él y ser su mujer. Mucho menos le importaba si en realidad seríamos padres en su momento hasta el punto que prefirió creer que era puro teatro. Y lo más triste quizás, sea el saco de promesas rotas con el que cargo, que no me permite creer en las promesas sinceras de otros.
Quisiera poder sentirme capaz de enamorarme de nuevo. De alguien que me valore, que disfrute a mi lado, que no prometa nada en vano, pero a la misma vez, siento el temor más grande del planeta. Ya dejé pasar demasiadas oportunidades por un amor que no sirvió, no quisiera verme nuevamente en la posición de dejar cosas, pensando que seré más feliz para que a la larga, me toque otra puñalada.
Hasta ahora, no he cambiado ninguno de mis planes, pero él llego, él no estaba en mis planes. Digamos que había pensado desde que llegué a Puerto Rico en abril que no llegaría nadie, y que estos dos años en cuanto a ese tema serían vacíos.
Pero llegó. Llegó con su sonrisa, con una bolsa en su espalda llena de cosas parecidas a las mías y con algo que en tres años no había conocido: disfrutar de quien soy yo en realidad como yo disfruto de él.
La realidad: no quiero perderlo, quiero que siga ahí por el resto de mi vida, pero a su vez, tengo miedo de dejar de ser del todo mía para ser de él. En palabras simples, lo único que digo es que TENGO MIEDO A ENAMORARME, a pesar de que sé que todo pasará porque es lo que tiene que pasar. Pero más que a enamorarme, tengo un miedo más grande aún: Enamorarme sola, nuevamente. Amor... parece ser una de las palabras más comunes y a su vez no tan común dentro de nuestro vocabulario. Todos dicen saber que es el amor, todos dicen haber amado, todos creen que aman, algunos solo piensan en llegar a amar, pero muy pocos logran un amor incondicional.
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