Probablemente eres de las personas que hace algunos días leyó mi cuento sobre las nalgas (el cual no publicaré por obvias razones) y si sabes de lo que te hablo o no, pues te advierto que esto puede ser tanto el preludio como la secuela de dicho cuento. Debo empezar por el principio, si es que esto tiene alguno (no estoy del todo segura) pero no estoy segura de en que posición en mi vida va ese cuento del otro día. A fin de cuentas no importa, esta es mi historia y la empiezo por donde crea más conveniente.
Llevo años oyendo a mi madre decir "fue por culpa de esas pastillas McCoy que te di a los 6 años" o viendo a Juliana Paes o a Bárbara Mori en la televisión mientras me dice "yo pensaba que tu ibas a tener el cuerpo así". Nunca pensé que la más ardiente de mis pasiones tronchara la mayor de las expectativas que mi madre tenía sobre mí. De por sí no recuerdo ningún punto de mi vida en el que hubiese sido delgada para mi edad y mi estatura, pero mi madre siempre insiste en recordármelos todos, como reprochando que no lo sea y que probablemente, nunca lo consiga. Sí, tomé pastillas, hice ejercicios, he hecho hasta la dieta del toma y dame, pero siempre mi pasión me vence. Hace unos 3 o 5 años llegué a verme lo más delgada que yo sí he logrado reconocerme, pero a pesar de ello, no conseguía reconocerme porque ahora no estoy tan segura de cuán yo era en ese momento.
Llegué a la parte clichosa del cuento que he intentado skipear desde el inicio de este relato: Yo también fui víctima de bullying en la escuela, hasta el día en que me gradué. Recuerdo que desde sexto grado, entre espejuelos, gordura, braces, actitudes entre otras me gané un sinnúmero de apodos. Vivía hastiada desde los 11 años de la sociedad en la que vivía. Curioso que 13 años más tarde aún lo esté y quizás en peor escala. Aún me pregunto porque no cumplí ninguna de las promesas de suicidio que hice por un largo periodo de tiempo, pero claro, de haberlo hecho no estaría escribiendo esto. Eso hubiera sido un GRAN desperdicio.
El día que "el amor" llegó a mi vida, vino acompañado de esto también debajo de la manga. La frase que más me ha marcado desde que tengo 15 años es "tú serías la mujer de mi vida si rebajaras, vistieras de otra forma, y te arreglaras más". Claro, ahora con la distancia del tiempo puedo concluir "yo NUNCA fui el amor de su vida", pero en aquel momento no conseguía entender eso. A veces vuelvo a esa frase y creo que está más apegada a mí de lo que creo: no soy la mujer de la vida de nadie. No me arreglo, no me da la gana de vestir de otra forma, no rebajo.
Dicen las malas lenguas que vivo la vida detrás de un escudo, quizás sea cierto. Nací en un país, es un nucleo, en un mundo que siempre vio mal que en el Field Day en vez de estar pendiente a lo que sucediera, yo quisiera leer Cien años de soledad. Nací en un país en el cual mucha gente me rechaza porque "me creo que me lo sé todo" y eso viene siendo así desde tiempos inmemorables. Más de la mitad de la gente que me rodea no entienden mis motivaciones, lo que me emociona, lo que me apasiona. ¿Cómo no esconderte detrás de un escudo cuando todo lo que haces y eres es motivo de ataque?
Otras lenguas dicen que tengo un condón magnum size en el corazón. Solo queda decirles: no es más que la pura verdad. ¿Quien quiere estar expuesto a más cantazos en la vida cuando descubriste que meterte en la vida de los Buendía resulta más apaciguador que hablar con tu vecino? ¿Para que quiero otro amor que me diga que "soy la mujer de su vida pero..."? Hasta ahora, en ninguna página de Rayuela, Oliveira me ha dicho eso, pero creo que eso no les importa.
Volviendo al asunto, sí soy gorda. Sé que la gente más superficial responderá a este asunto con un simple "mija pues rebaja" y probablemente tengan toda la razón del mundo, pero ahora toca darle a la comida, a mi gran pasión, su lugar en este texto. La comida, si, me ha engordado, me hace daño a la salud pero jamás me ha dañado el alma como me la dañan los que me rodean. Si hay algo en lo que esta sociedad está totalmente errada, es que nunca ha medido el poder de la palabra. Sé que existe gente que le dicen un "estás gordo" y es suficiente motivación para bajar de peso. En mi caso, es tan solo el martirio con el que llevo cargando toda mi vida. He sabido estar contenta por muchos otros motivos y que en mi casa solo me digan "¿y cuando es que tu piensas rebajar?" A veces pienso que toda mi vida se reduce tan solo al hecho de que no soy ni consigo ser flaca. No lo consigo porque prefiero el mantecado al maquillaje, los bizcochos a la moda, sentarme a leer a ir al gimnasio. Sí, paso por épocas en que me engaño y engaño al mundo diciendo "fui al gimnasio" "no me comí el postre". Juro que es el momento en el que más vacía y falsa me siento.