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19.11.13

Paja mental #49: El ex-menudo del que me enamoré


En uno de esos desvaríos en los que me pongo a pensar en detalles intrascendentes de mi vida, se me ocurrió pensar en algo que me gustara desde niña. Por mi mente pasó dedicarle estas letras a Pacheco, que tantas alegrías le trajo a mi generación con su “cámara, por favor” y su “ayuda celestial.” Se me ocurrió que tal vez la Srta. Jimena y sus estudiantes en “Carrusel podrían ser los indicados, pero tampoco.

Nací en el ‘89, el mismo año en que el infame muro de Berlín cayó, pero ese es un evento que no compuso nada en mi vida porque yo no lo recuerdo. Después de mucho pensar en mis amores de la infancia, como Yuri, Pandora, Ricky Martin y hasta Barney, recordé que hay un amor que he tenido desde niña hasta hoy: Johnny Lozada.

Cuando yo nací, Menudo todavía estaba ahí, Johnny Lozada no. Nunca vi a Johnny Lozada hasta un día en que estando en mi corral apareció en la televisión cantando con Proyecto M: Si no estás conmigo presiento, que será mi vida un infierno… Mi cuerpo aún no estaba consciente de fluidos vaginales ni de atracciones hacia el sexo opuesto, pero sí sabía que algo no actuaba de manera normal cuando Johnny Lozada aparecía en la TV. No volví a ver a Johnny desde mi corral.

En el año 1998, cuando yo aún no cumplía los 9 años, los ex-menudos se reunieron en su consabido Reencuentro y así fue como, semi conscientemente, conocí y me enamoré de Johnny Lozada. La realidad es que todavía a esa edad no sabía con toda precisión que era posible sentir atracción por hombres que me doblaban la edad, pero aún así sabía que me atraía el ex-menudo.

Todo quedó confirmado el día en que Johnny lanzó su calendario. Los 90 fueron los años de oro de los calendarios eróticos de modelos. Taína, Maripily, Mara la de Big Boy, hasta las voleibolistas se desnudaron, plasmando su cuerpo en alguna pose representativa para ese mes. Johnny fue uno de los pioneros en desnudarse, mas o menos al mismo tiempo que Julian Gil y sus agendas. Ese fue el momento en que me enfrenté a pensamientos libidinosos por primera vez en la vida. Siempre quise tener ese calendario pegado a mi pared pero, ¿qué adulto hubiese sido capaz de complacerme ese capricho? Nunca se lo dije a nadie.

En el 2001, como todas mis compañeras del 6-2 de Inmaculada, no me perdía la novela Amigas y Rivales. Ellas la veían porque querían ser como las nenas fresas que salían en la novela, yo la veía por Johnny. Lo mismo hice con Cómplices al Rescate. Honestamente, poco me importó que cambiaran a Belinda por Daniela Luján, pero si me daba cuenta cuando pasaban más de dos capítulos y Johnny no salía.

Pasaron algunos años hasta que hubo otro concierto de El Reencuentro. Confieso que moría un poco en el Clemente cada vez que Johnny bailaba al ritmo de “Y mi banda toca rock”. Zahíra, que estaba al lado mío me decía “Estás bien loca.” La última vez que vi al Reencuentro en concierto fue en el 2010, justo dos meses antes de irme a vivir a Miami por un año. Otra vez Zahíra, que estaba de nuevo a mi lado, volvió a decirme cada vez que hablaba de Johnny que yo estaba loca. La loca es ella que para poder chismear un rato tengo que visitarla a la Biblioteca de Derecho mientras se esconde detrás de un mamotreto de Derecho Constitucional.

Hasta donde sabía, Johnny Lozada vivía en Miami. Lo primero que eché en mi maleta cuando iba para allá eran los deseos de verlo algún día. Una vez en la ciudad, cada vez que me montaba en una guagua y me dirigía hacia cualquier punto de la ciudad lo primero que pensaba al poner mis nalgas en el asiento era: “¿será que hoy es el día en que voy a ver a Johnny?” Por eso, convertí en ritual el ver todos los domingos el programa de Univision donde el aparecía, a pesar de mi apatía por ese canal. Mi amiga Lorena, que tiene una historia similar a la mía con Johnny desde la infancia, insistía en torturarme en mi exilio colocando en las redes sociales una foto que se había tomado con él. La muy infeliz me decía con esa voz de borrachona risueña que pone a veces “cabrona le agarré una nalga.” Maldita puta.

Mientras tanto, me atrevo apostar que 23 años después de aquel momento en el corral, nunca he tenido cerca a Johnny Lozada. Todavía soy la fanática que se emociona cuando él responde mis tuits, tal como hizo el día de mi cumpleaños felicitándome. Como nunca tuve de frente al amor de mi niñez precoz, me he tenido que consolar con verlo participar todas las semanas en un concurso de baile de dudosa reputación donde una mexicana de tetas plásticas está tan obsesionada por él como yo. Solo que ella sí lo ha tenido de frente, pero vive amargada porque él nunca se lo metió. A diferencia de ella, yo me conformo con tenerlo cerca, aunque mi reacción sea quedarme en total mudez, paralizada, temblorosa y tan si quiera pueda abrazarlo.

Yo tan solo soy una fanática enamorada de aquel nene que le cantaba a Clara, quien lo observaba desde su balcón. Sé que nunca me van a cantar como a Clara, apenas sé si llegue a tener de frente a ese chico alguna vez. Lo único que sé con certeza es que si algún día, Johnny llegara a leer esta crónica tonta que le dediqué por ser una de las cosas más consistentes de mi vida, ese será uno de los días más felices de aquella niña en el corral, que un día lo vio y hasta el sol de hoy.